miércoles, 24 de abril de 2013

Comenzar desde el principio, y no final.

La contaminación. Ese es el problema. Una contaminación que contamina, que inhibe, que asfixia, que mata. Y no hablo de la típica, de esa científica que critican muchos. No. Hablo de la contaminación moral, de esa que ahoga nuestras mentes y las reduce a meros charcos, con agua estancada y sucia, pasto de ratas. De esa que nos reduce a meros títeres, a meras marionetas, sin control, sin razón.
¿Dónde está el progreso? ¿Dónde se esconde? ¿Dónde hay que buscarlo? ¿Habrá alguien dispuesto a hacerlo? 
Sí, ese también es el problema. La voluntad.
¿Dónde queda? ¿Dónde la hemos dejado? ¿Cuándo? ¿Por qué? 
La educación se ve reducida a una obligación, a un levantarse día a día a las siete de la mañana, a un lunes continuo, a una desgracia.
Tú, que esperas a que te den las gracias por ocupar tu silla, ¿pretendes ser el futuro de España?
Tú, que esperas a hacerte el curso de un año en dos, porque tu cabeza ya no da para más. 
Claro, claro que no da para más.  
Se quedó vacía por fumar porros.
Pero ya, claro, perdona, que la vida es demasiado corta, que tú eres un carpe diem en persona. 
Lo olvidaba.
Olvidaba que hace mucho que el agradecimiento, el respeto y la educación fueron sustituidos por unas variantes enfermas, contaminadas, asfixiantes.
Olvidaba que el esfuerzo murió, lo mataron, hace mucho, en un botellón.
Sí, ese es el problema.
La contaminación.
Los corazones ponzoñosos.
La mentes perdidas.
Un futuro, tirado por la borda.



1 comentario: